Cultivan huertos dentro de canal para migrantes en Tijuana
19.01.2015 19:46
Tijuana, BC. El soldado, como lo dicen, es un ex pandillero de la Mafia Mexicana que cuando cumplió 10 años hizo dos cosas: molió a palos a los responsables de violar a sus dos hermanas menores y cambió los útiles escolares por mariguana y un arma calibre .25.
Su nombre es Hugo Mago Reyes y tiene 32 años. Fue deportado por Tijuana en 2012, después de pasar 11 años en una prisión de Los Ángeles, California, en Estados Unidos.En esa ciudad vivió como indocumentado durante casi toda su vida pero después de llegar a Tijuana su suerte no ha sido del todo mala –expresa–, aunque primero tuvo que dormir bajo puentes, sobre tierra e incluso dentro de un canal, conocido como El Bordo, a donde llegan las aguas negras. Ahora tiene un trabajo que para él significa la esperanza de volver a empezar.
Hugo es uno de los 50 migrantes que forma parte del proyecto BordoFarms (Granja Fronteriza) del grupo Global Sharpers, el cual busca emplear a hombres y mujeres que fueron deportados para crear un huerto urbano.
Su trabajo es cuidar betabeles, espinacas y otras hortalizas que desde el 17 de enero fueron sembradas en 30 camas de cultivo colocadas en la canalización del Río Tijuana.
“Pues yo me la pasé palando y palando todo el día, no sé nada de cuidar plantas, pero si me quieren enseñar y eso, pues aprendo. Además es trabajo, y ya es ganancia porque aquí nadie quiere contratarnos, es una lata… que si los papeles, que si la credencial, todo te piden y nada te dan”, explica.
Para Hugo otro problema son los siete tatuajes que le cubren la mayor parte del cuerpo. En el pecho carga con un águila azteca que parece como si fuera a levantar el vuelo fuera de su camisa, pues sus alas se escapan bajo las mangas. En el corazón lleva escrito el nombre de Ana Karen, un amor que no quiere recordar, y en las costillas la frase en letras cursivas y escrita en inglés: "No hay que temer a quienes sueñan con los ojos cerrados, porque sus sueños ahí se quedan, sino de los que sueñan con los ojos abiertos porque ellos podrían hacerlos realidad".
Pero el más notorio, es el que tiene a un lado de su ojo izquierdo: dos líneas, una encima de la otra, con tres puntos arriba, que significa el número 13 con simbología azteca, que eligió porque ese era el de su pandilla dentro de la prisión: Mexican Mafia, la MM, la doble eme.
Para salir a caminar, dice, debe llevar mangas largas, colores oscuros –el negro casi siempre– y lentes que le permitan esconder un cuerpo que para él es un orgullo, pero que para los demás representa la imagen de un hombre que pareciera llevar fajada una pistola en el pantalón y fuera a disparar al primero que tenga enfrente.
“Imagínese, todo el tiempo con tantito que asome el pie en la calle, luego luego la policía se viene encima de uno. Ya ni sé cuantas veces estuve en La 20 (una estancia para infractores), pero mejor me cuido, yo sé a qué hora puedo salir y a dónde puedo ir”.
Antes de tomar la pala y golpear la tierra para sembrar verduras, Hugo hizo de todo. Primero fue albañil, luego limpió parabrisas, pidió dinero, barrió calles y en los últimos meses lava coches, pero ese dinero no es suficiente, advierte. Con eso apenas paga la renta de un cuarto en la Zona Norte de Tijuana, un lugar espacio donde comparte incluso la letrina del baño.
“Yo cambié ¿Sabe? Cuando estuve en la jail (cárcel) terminé hasta el high school (preparatoria) y leía muchos libros. Mi favorito es el del chino, el que habla del Arte de la Guerra… hace mucho dejé las drogas porque aquí me ayudaron los pastores de una Iglesia, a veces hasta me daban de comer sin conocerme, y esto de sembrar verduras pues… vera, a lo mejor no lo necesito, pero es una forma de devolver todo lo que la gente hizo por mí”.
BordoFarms, proyecto importado de NY a TJ
Al menos unos 4 mil indigentes, que alguna vez fueron deportados, viven dentro de la canalización en Tijuana, en un espacio conocido como El Bordo que está a unos metros de la malla que divide a México de Estados Unidos.
El líder del grupo Global Sharpers, Miguel Marshall, un joven que usa lentes y no tiene más de 30 años explica que la intención de crear un huerto en medio de la indigencia y con alto índice delictivo, es precisamente para generar un sentido de pertenencia para quienes viven ahí, pero también empleos.
“Estamos en una primera etapa que fue venir al lugar, traer los materiales y acercar a los migrantes para invitarlos a trabajar, todo el día se estuvieron sumando y ya identificamos a los lideres, ellos nos van apoyar con los demás migrantes para cuidar la primer cosecha”.
Este modelo ha funcionado en otras partes del mundo, el programa piloto inició en Nueva York, donde en la actualidad pueden integrarse personas indocumentadas que no encuentran empleo.
Después del cultivo, Marshall espera que en un mes puedan ver los primeros resultados, que serán vendidos a comerciantes y propietarios de restaurantes que se sumaron al proyecto.
Otras dos organizaciones que participan son Tijuana Calidad de Vida que se encarga de promover actividades para el cuidado del medio ambiente, y Transición Tijuana que apoya en la construcción de huertos urbanos en zonas marginadas de la ciudad para crear comunidades autosustentables.
“Estamos trabajando en una zona federal, pedimos el apoyo y no lo tuvimos, pero tampoco podemos esperar, cada vez llegan más deportados que terminan como indigentes en la ciudad y no hacen más que darles comida, pero esa no es una solución, ellos necesitan trabajo, hasta por salud mental” expresa mientras su voz serpentea por El Bordo.
La Jornada